Falleció la directora del Colegio San José a días de haberse contagiado del Coronavirus

El mensaje del Colegio San José:

Con gran dolor informamos que en la madrugada de hoy (miércoles 20 de enero de 2021) falleció nuestra Directora María Luisa Suárez, nuestra querida LUCY.

Acompañemos con la oración a su esposo, hijos, familiares, colegas y tantos amigos que Lucy supo cosechar en su caminar entre nosotros. Que San José la reciba en sus manos y nos dé las fuerzas necesarias para seguir adelante.

¡Vuela alto Lucy!, finaliza.

Vale recordar que justo hace un año sepultaron los restos del anterior director del Colegio, Carlos Torressi, a los 61 años.

Todo fue muy rápido 

En horas de la tarde del martes 19 de enero se conoció la noticia sobre la descompensación que sufrió la docente quien estaba en la ciudad de Rosario.

«Fue todo muy rápido, tuvo una fuerte descompensación el lunes, dio covid positivo y están evaluando sus pulmones y corazón», indicaba el mensaje que se viralizó entre familiares, amigos y la comunidad educativa de la región.

Más tarde llegó un poco de esperanza con un nuevo mensaje, avisando que «Lucy estaba en Rosario haciendo la mudanza de la hija y se descompensó allá. Recién nos llamaron. Lograron sacarle el líquido que tenía alrededor del corazón y una membrana (o algo así, que lo rodea). Con eso pudieron disminuir las drogas que le están pasando para poder tener estable los signos vitales y su presión está mejorando. No sale de ser un paciente crítico, grave, pero va mejorando. A seguir rezando que va a salir».  Y en la mañana de este miércoles 20 de enero de 2021 llegó el triste anuncio de su fallecimiento.

Esta lluvia nos moja a todos

Parece una definición que impactó en Lucy, quien días antes de contagiarse del Coronavirus compartió un artículo periodístico que sostenía esa frase en alusión a la pandemia.

«No entendimos nada, no aprendimos nada. Todos estos meses de pandemia de coronavirus, todo este sufrimiento»…. la reacción por las fiestas clandestinas y otras formas de violar las indicaciones preventivas. Y ese mismo artículo que impactó a Lucy, también expresa que…

«Estamos como estamos porque somos como somos».

La indiferencia frente al dolor que genera la pandemia: el que no pudo abrazar a su amigo frente a una pérdida afectiva, la persona que murió sola en un hospital y no tuvo despedida, y otras consecuencias de esta pandemia que de una u otra manera el autor observa como «una lluvia que nos moja a todos».

Frente a ese contexto, suena a «burla inaceptable y dolorosa» ver quienes violan las restricciones preventivas.

El psicólogo Alejandro Schujman, autor del comentario que impactó a la querida docente reconquistense, sostiene además:

«Los chicos solo quieren divertirse» y lo hacen en la cara de los trabajadores de salud, en la de los familiares de los muertos de la pandemia que no pudieron despedirse por protocolos, en la de los comerciantes que tuvieron que bajar persianas durante meses y algunos para siempre. En la de los desempleados, de los docentes que hicieron malabares para gestionar plataforma virtual para la que no estaban preparados.

«In your face», parecen decir estos adolescentes que transgreden a espaldas de una realidad que nos duele y limita a todos, pero así son las cosas.

Padres que miran desconcertados e imagino el discurso: «¿Qué querés que haga? ¿Quién los frena a los chicos ahora después de todos estos meses de encierro? Todos están descontrolados, hasta acá pudimos, ya no podemos limitarlos. ¿Qué hago, lo ato?».

Una vez más, mal de estos tiempos, padres y madres amorosamente tibios, y esta vez el riesgo no es para los adolescentes (salvo algún coma alcohólico, alguna sobredosis, o cuestiones como esa) sino para toda la población, los abuelos y abuelas, los demás grupos vulnerables en esta pandemia, los que tendrán que pagar por la inacción de un cuerpo social que mira como si nada pudiera hacer.

Y podemos, y debemos, claro que podemos.

Imagino dos grupos de padres y madres. Aquellos entrampados sin saber qué hacer, pero preocupados por la situación; y un segundo grupo de familias alineados con los hijos en una suerte de rebelión absurda e irresponsable contra la pandemia.

A ese segundo grupo no va dirigida esta nota, a ellos poco que decirles más que lamentar su posición, pero forma parte del disparate de este mundo y frente a eso no soy particularmente optimista.

La necedad y la soberbia no suelen corregirse con reflexiones y escuela para padres.

Pero creo que es urgente dar recomendaciones a los padres que encogen hombros resignados y que quisieran hacer otra cosa, pero no saben cuál. Y supongo (y quiero creer) que ese grupo es la mayoría.

El ser humano se debate siempre entre principio de placer y principio de realidad. Esto es, entre lo que deseamos y lo que tenemos que hacer.

Las cosas no son como queremos. Y la adultez es parte de eso. Tenemos que elegir si seguimos funcionando como una sociedad infantil o damos el paso y crecemos.

Digo si la conciencia moral y el deber ser de los adolescentes no es suficiente entonces ahí debemos estar los padres para regular.

Lo que viene sucediendo, en estas tristes imágenes del verano del 21 es que nada de esto ocurre, no hay autorregulación, entonces cuando el Estado interviene aparecen comentarios argumentando: «Con el velorio de Maradona no hicieron nada y convocaron ellos, ahora que no se metan», lo cual es un argumento poco menos que infantil:

-Matías anda a ordenar tus juguetes, si no te los pongo en una bolsa y no los usás hasta el viernes.

-¿Y mi hermana? ¡Ella tampoco ordenó su pieza! (Diálogo entre madre e hijo de 5 años. Ese es el nivel del debate).

Claro que fue muy poca afortunada la convocatoria impulsada por el Gobierno en medio de la pandemia a ir a despedir a Diego en la Casa Rosada, fue un error, a mi criterio, garrafal.

Pero eso no autoriza de ninguna forma a seguir en la línea del disparate, un error no legitima otro ni avala la incoherencia.

Mientras escribo estas líneas el Gobierno anuncia la restricción de la circulación nocturna. El Estado poniendo los límites que nosotros no hemos logrado. Profunda tristeza. Precisamos grandeza, y no la estamos teniendo.

Entonces, basta de vueltas, ¿qué pueden, qué deben hacer los padres frente a este escenario?. Muy sencillo: poner límites.

«Mi amor si vos te vas con 20 amigos a una fiesta clandestina en la playa yo no te voy a atar, pero pensá adónde dormís las próximas dos semanas porque a casa no volvés.»  Así de sencillo, así de complejo.

Y puedo asegurar que si cada uno de los padres y madres se planta firme y dice «Vos no vas y, si lo hacés, atenete a las consecuencias«, esta historia de adolescentes (y no tanto) desenfrenados se acaba.

Vuelvo a decir una vez más, el trabajo de los adultos es poner límites, el de los hijos es intentar quebrarlos.

He visto en estos días un spot en el que un adolescente de fiesta con sus amigos recibe la noticia de que su abuela está muy grave, con covid positivo. «Pero si yo la vi ayer, y estaba bien», dice el joven. Su madre responde: «No sé dónde se contagió, no creen los médicos que pase de esta noche. ¿Tú no habrás ido de fiesta no? Cuídate, te quiero.» La cara de congoja del nieto, y las estadísticas suman una víctima más.

Los adolescentes suelen activar la empatía cuando se trata de sus abuelos. Como argumento previo al límite rotundo sugiero a padres y madres explicar, por sino quedó claro aún, que la irresponsabilidad pone en riesgo directo no sólo a ellos y muchas personas, sino también a sus seres queridos.

A esta altura, luego de 10 meses de pandemia, este punto debiera estar más que claro, pero nunca está de más reforzarlo.

Se trata en definitiva de salir de la mirada cómplice, y entender que es absoluta responsabilidad de la familia (además de la que les cabe a los hijos por supuesto) las consecuencias de romper todos los protocolos vigentes.

Los padres y madres precisan armar redes, salir de la perplejidad y tomar riendas amorosamente firmes en estos tiempos.

Salir de la trampa de los todos van, todos lo hacen.

Y esa trampa se rompe desde la:

Responsabilidad individual.

La coherencia de cada familia y cada casa.

La no negociación con la salud (no en este caso exclusivamente de los hijos) si no de toda la población afectada.

El compromiso y la responsabilidad social.

Basta de criar casta de inimputables, basta ya. Es ahora.

*Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Autor de No huyo, solo vuelo: El arte de soltar a los hijos, Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y Herramientas para padres. Publicó este artículo en el diario Clarin y la profesora Lucy Suárez lo había replicado en sus redes sociales.