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Un mapa del cáncer vincula la mortalidad en los varones con los cultivos y la pobreza

Fuente: La Capital

Investigadores de la UNR analizaron factores ambientales y las tasas de mortalidad de 1992 a 2016. El agua con nitratos y arsénico, otro elemento.

¿Por qué la tasa de mortalidad por cáncer en la Región Centro es históricamente la más alta del país? ¿Qué factores ambientales están asociados a esos datos? ¿Y por qué los tratamientos y el acceso a la salud lograron mejorar los indicadores en algunas localidades pero no en otras, entre las que se cuenta Rosario? Las preguntas son parte de la investigación que en 2018 puso en marcha la Universidad Nacional de Rosario (UNR) junto a la de Villa María en el marco de la Red Interuniversitaria en Ambiente y Salud de la Región Centro (Redinasce) a partir de los datos estadísticos de la región de los últimos 25 años y ahora tienen las primeras respuestas. La presencia de nitratos y arsénico que consumen hombres y mujeres, el desarrollo de las superficies sembradas y su correlato con el uso de agroquímicos solo en el caso de los varones, así como las condiciones de vida medidas a través del índice de pobreza crónico _también en adultos varones_ son parte los factores asociados a la enfermedad y donde los investigadores encontraron algunas de las respuestas.

El trabajo se basó en los registros oficiales de mortalidad que van desde 1992 a 2016, es decir la cantidad de personas muertas por cáncer en las provincias de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos en ese período. Una determinación tomada ya que aún no hay estadísticas oficiales abarcativas respecto de la incidencia de la enfermedad, es decir de cantidad de nuevos casos sobre el total de la población.

El trabajo deja en claro que es la región que registra «las tasas más altas de Argentina desde siempre» y si bien a lo largo de las dos décadas y media relevadas hubo mejorías significativas en las tres provincias explicadas por la optimización de los diagnósticos y los tratamientos, «persisten altas tasas» en determinados departamentos de las tres provincias. En Santa Fe, eso sucede en Rosario, San Javier, 9 de Julio, Vera, San Justo, San Cristóbal y General Obligado.

«Todas ellas, significativamente, tienen tasas de mortalidad por cáncer por encima de las provinciales y las nacionales para ambos sexos, solo con la excepción de Córdoba en sexo femenino», detallan.

Cáncer y ambiente

Alejandro Oliva, médico e investigador y responsable del Programa de Medio Ambiente y Salud del Centro de Estudios Interdisciplinarios UNR, explicó que justamente lo que empieza a vislumbrarse en esta última etapa de la investigación son justamente las asociaciones _»no hablamos relaciones causales», aclaró_ entre la prevalencia de esta enfermedad y las características ambientales. Justamente, estas últimas son consideradas «uno de los factores centrales del origen de la enfermedad cáncer ampliamente demostrado».

«Se analizaron tres de estos elementos a lo largo del período de 25 años: una es la calidad del agua de consumo que sabemos es alta tanto en arsénico como en nitratos por el uso de agroquímicos y la presencia de feetlots; otra es el desarrollo de las superficies sembradas y la tercera el índice de pobreza crónica, elaborado en 2010 a partir de los datos del último censo nacional y la Encuesta Permanente de Hogares», detalló el especialista.

Los resultados evidencian, con matices, claras relaciones entre la mortalidad por cáncer en los varones de la Región Centro y el desarrollo de las superficies sembradas, así como también en relación a los indicadores de pobreza.

En el primer caso, Oliva detalló que «hay una relación entre el aumento de las superficies sembradas en los 70 y los 80, un tiempo en que se utilizaron productos con una altísima carga de clorados en la producción agrícola, y la tasas de mortalidad que van desde 1997 a 2006». Y agregó que «esta correlación se da en varones, que son justamente quienes están más en contacto con agroquímicos y tienen menor adherencia a los tratamientos».

Fundamentalmente, indicó, la relación se da con la prevalencia de determinados tipos de cáncer, como son el de pulmón, páncreas y colon.

Sobre el uso actual de agroquímicos, el médico no apuntó a la inexistencia de relaciones. «No lo sabemos aún porque probablemente el modo de cultivo actual no haya tenido tiempo de impactar en las tasas de mortalidad», explicó y se refirió a «la latencia» de la enfermedad: «Desde el momento en que el químico impacta en el organismo hace falta un tiempo para que la enfermedad se desarrolle, algunas como los cánceres de páncreas y colon lo hacen más rápidamente que otras, como mamas y próstata, tardan más».

La pobreza y el agua mala
La segunda asociación también afecta centralmente a los varones y se trata de la relación entre las altas tasas de mortalidad por cáncer entre 2012 y 2016 y la pobreza crónica que afecta las condiciones y la calidad de vida de esa población.

Oliva aclaró que no se trata de que no haya mujeres en la pobreza. «En el caso de los varones juega más fuertemente la falta de consultas médicas preventivas, la menor adherencia a los tratamientos médicos una vez hecho el diagnóstico y otros factores de riesgo, como son el tabaquismo y el alcoholismo».

En cambio, la mala calidad del agua es el único factor vinculado a hombres y mujeres y claramente tiene que ver con que toda la población adulta de la región consume agua con valores de nitratos y arsénico por encima de los valores recomendados.

El especialista indicó que los estudios sobre el agua se realizaron «sobre el agua consumida por la población, es decir el agua de red que llega a los domicilios y que consume el 70 por ciento de estas poblaciones» y agregó: «Ahí lo que vimos es que la tasa de mortalidad está aumentada para hombres y mujeres a lo largo de todo el período estudiado».

Es más, el médico recordó que mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el agua de consumo no supere las 10 partes de arsénico por millón, el Código Alimentario Argentino había establecido ese límite, pero luego pasó a permitir 50 partes por millón. «Argentina permite cinco veces más y ese es un problema muy grande», concluyó.

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