Nadie podía no conocerlo porque era el dueño ficticio de la ciudad. Lo encontrabas en algún rincón de Reconquista, deambulando, haciéndose amigo de la gente, y hasta generando problemas. Tristemente, andaba con una botella de alcohol en la mano, pero supo ganarse el cariño y la comprensión de los reconquistenses.Seguir leyendo