Los proyectos que evaluó la empresaria de Reconquista Graciela Faccioli en el Balseiro

Son proyectos que nacen entre microscopios, pipetas y cálculos matemáticos, con el sello de la ciencia, pero con dificultades para llegar al mercado. La competencia IB50K, organizada por el Instituto Balseiro, busca achicar la brecha entre las ideas que surgen en el laboratorio y los planes de negocios. Este año, en su novena edición, repartió US$60.000 en premios a los ganadores de una convocatoria nacional para reconocer a los emprendimientos de base científica.

Si el emprendedurismo tiene sus dificultades, especialmente en la Argentina, los emprendimientos de base científica la tienen aún más complicada. Solo un ejemplo: en un país donde hay que esforzarse para conseguir financiamiento, estos proyectos tardan al menos seis años para madurar y comenzar a monetizar.

«Para impulsar los emprendimientos de base científica hace falta mucho más que una idea. Hay entramados imprescindibles para fortalecerse y lograr conseguir el dinero», explica María Luz Martiarena, secretaria de Vinculación e Innovación del Instituto Balseiro y una de las principales impulsoras del concurso.

Para participar, los requisitos son que el proyecto tenga una base científica y que al menos un 50% de sus integrantes sea menor de 35 años y estudiante regular o profesional graduado de carreras de ciencias aplicadas, básicas y de la salud. Además, el coordinador del equipo debe ser un joven que cumpla con los requisitos anteriores.

La competencia busca planes de negocios (no emprendimientos ni ideas patentadas) en las áreas de nano y microtecnología, tecnología nuclear, biotecnología, tecnología aeroespacial y física médica, entre otras. Este año se presentaron unos 20 proyectos, de los que quedaron seis finalistas. De allí se eligió un ganador que se llevó US$36.000; un segundo puesto con un premio de US$18.000 y un tercer lugar con un galardón de US$6000. Los premios son aportes de compañías como Techint, Mercantil Andina, Pan American Energy y Santander, entre otras empresas.

Para seleccionar los proyectos, primero pasan un «filtro» de evaluadores voluntarios que los analizan tanto en lo técnico como en la viabilidad económica. La mañana de la entrega de premios, un jurado compuesto por dos representantes de compañías, uno del sector financiero y uno del académico eligió entre los seis finalistas.

Los encargados de elegir a los ganadores fueron Arturo Torres (Draper Cygnus Venture Capital Fund); Graciela Faccioli (Proyección Electroluz); Carlos Testa (Centro Industrial Córdoba de Volkswagen) y Susana Levy (Universidad Nacional de San Martín). Estas son las historias y los sueños de los tres ganadores del concurso.

Mediciones sin dolor para diabéticos

En la Argentina, según datos oficiales, uno de cada 10 adultos tiene algún tipo de diabetes. Glucoar, el ganador del primer premio, es un proyecto que apunta a facilitarle la vida a quienes tienen que medir su nivel de azúcar en sangre. En vez de realizar el tradicional pinchazo, utiliza un sensor que mide cambios en las propiedades de la sangre a través de ondas electromagnéticas.

La diferencia con otra alternativas «libres de pinchazos» que ya hay disponibles en el mercado es que el medidor de Glucoar recibe la información en tiempo real, sin minutos de retraso, asegura uno de los 11 socios del proyecto, el doctor en Ingeniería Electrónica Alejandro Uriz (35).

Uriz detalló que, junto a sus socios, ya desarrollaron un prototipo que funciona, pero que aún faltan las certificaciones y terminar algunas pruebas técnicas. Estimó que, una vez listo, el precio del dispositivo será comparable a otras alternativas en el mercado.

Ahorro inteligente de herbicidas

¿Cómo combatir malezas de la soja y al mismo tiempo minimizar el uso de agroquímicos? DeepAgro, ganador del segundo premio, es un proyecto que utiliza imágenes en video e inteligencia artificial para aplicar herbicidas «de manera inteligente». Se trata de un software que interviene cualquier equipo aplicador abriendo y cerrando los picos en tiempo real. De ese modo, ahorra costos y permite avanzar en el cuidado del medio ambiente.

«No estamos comercializando todavía, pero el prototipo fue probado en exposiciones para el sector del agro y ya hay mucho interés de parte de los productores», resalta uno de los cinco socios, el ingeniero electrónico Iván Regali (27).

La inteligencia artificial que desarrolló DeepAgro fue entrenada con videos de la campaña del año pasado. Reconoce la maleza por morfología y no por color, como sucede con otros sistemas ya disponibles en el mercado. De esa manera, se puede utilizar en todas las etapas de cultivo de la soja y no solamente antes de la siembra, como sucede en otros casos.

Prevención del HLB

El HLB es una enfermedad de las plantas cítricas que puede hacer perder miles de hectáreas de cultivo y que afecta a productores de todo el mundo. Si bien hasta el momento no hay un método para eliminarla, sí hay mucho por hacer en la prevención.

Sensio, el ganador del tercer premio, es un proyecto que propone un biosensor para la detección del HLB a través de la colorimetría. «Es una tira reactiva como la que mide la glucosa en sangre o la de un test de embarazo», resalta Diego Torres Dimani (34), uno de los socios. Si bien todavía está en etapa de prototipo, resaltó que ya hay muchos productores citrícolas interesados en utilizar este sistema.

Los finalistas
Además de los tres ganadores, hubo tres finalistas que expusieron ante el jurado. Uno de ellos es 24/7, un «sistema de manejo de riesgo de fatiga» que ofrece a las compañías una plataforma de monitoreo y gestión de riesgo asociado a errores por cansancio. «Del 10% al 30% de los accidentes laborales a nivel mundial son causados por la fatiga», explica Malena Mul Fedele, una de las socias del proyecto en el que trabaja un equipo de ocho personas. El proyecto está especialmente pensado para todas las industrias que tienen operaciones durante la noche, como la minería, el transporte y el sector de la salud.

Para probar medicamentos contra el cáncer, generalmente se utilizan ratones o células animales in vitro. Otro de los finalistas, Piovotech propone el uso de la membrana corioalantoidea de los huevos de pollo: es una capa que está por debajo de la cáscara y que lleva nutrientes. El objetivo es avanzar en la investigación para curar esta enfermedad y, al mismo tiempo, reducir el uso de animales para la experimentación. En el equipo de Piovotech trabajan seis personas, explica la licenciada en Biología María Jimena Mosna (29).

Otro de los finalistas fue i-M2C, una estación de control de bioprocesos modular. «Es un dispositivo que controla parámetros como temperatura o calidad de oxígeno en tiempo real para generar bienes y productos que resultan de bioprocesos, como el yogur, la cerveza y los biocombustibles», detalla uno de los socios del proyecto, Alex Kemmerer (31), estudiante de Biotecnología.

Fuente: La Nación