Hugo Alconada Mon – La Nación
Quién es el operador más temido y cuáles son sus rivales en la guerra para difundir noticias falsas, atacar o ensalzar a candidatos, influir en la agenda del adversario y hasta ofrecer «lavados reputacionales».
aneja miles de cuentas falsas en la Argentina, como antes lo hizo en México. Estuvo detrás de varias campañas sucias locales y en el extranjero. Lo odian unos cuantos en Pro y ciertos kirchneristas también. Admite que cobró dinero de los servicios de inteligencia de Ecuador y que flirteó con Cambridge Analytica. Y montó una base de datos vidriosa, si no ilícita. Se llama Gastón Douek y varios de sus rivales lo llaman el «señor de los trolls».
Pero no es el único «experto» que se mueve por la banquina de las campañas electorales argentinas y las redes sociales, según reconstruyó LA NACION sobre la base de entrevistas con treinta involucrados, el cotejo de documentos oficiales y privados, análisis de métricas de redes sociales y cables de WikiLeaks recabados durante tres meses. La única diferencia es que Douek aceptó dialogar on the record para este reportaje. El resto, no.
Douek es socio de Guillermo Seita, el dueño de la encuestadora Management & Fit, cuyo trabajo va mucho más allá de los sondeos. Como operador juntó para la foto en su oficina porteña a Miguel Ángel Pichetto, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti, el 27 de septiembre de 2018. Once meses después, la Argentina vive una realidad muy distinta, pero sus negocios continúan.
Massa y Schiaretti, al igual que Martín Lousteau, Gabriela Michetti y Omar Perotti son algunos de los políticos que recurrieron o recurren a los servicios de Seita y Douek. El menú de opciones incluye campañas en redes sociales, tanto positivas como negativas, con ataques de trolls y bots, como también la difusión de fake news para atacar contrincantes. ¿Un ejemplo? Él estuvo detrás de aquella versión de que Horacio Rodríguez Larreta, como interventor del PAMI, empujó al suicidio a René Favaloro.
Ante la consulta de LA NACION, Douek dijo manejar «decenas de miles de cuentas falsas» en Twitter, que funcionan de manera automatizada. Pero negó estar detrás de otra campaña sucia, que buscó embarrar a un hijo de Lilita Carrió en México. «Esa no, esa sí que no», aclaró.
Publiquest, Nicestream, Nexofin y Becom1 son otras de las agencias que ofrecen u ofrecieron servicios a candidatos para ensalzar sus méritos o esmerilar a sus rivales, según reconstruyó LA NACION. Y en el caso de algunas, como Becom1, llegó a ofrecer sus servicios durante la misma campaña presidencial de 2015 al Frente para la Victoria, de Daniel Scioli, y a Cambiemos, con Mauricio Macri. Y proponer ideas, también en simultáneo, para Rodríguez Larreta y Aníbal Fernández, quien contaba con una referente propia para batallar en las redes, Anita Montanaro, según señalaron dos excolaboradores del exjefe de Gabinete consultados por separado por este diario.
Sin embargo, los ataques con trolls y bots en las redes sociales y en Twitter, en particular, no suelen mover el amperímetro electoral de manera lineal, según coinciden los académicos consultados. ¿Para qué sirven, entonces? Para instalar temas en la agenda -con la esperanza de que los medios los levanten y hablen de esos temas creyendo que de eso habla «la gente»-, con la esperanza de atraer algún votante indeciso o, incluso, colocar a la defensiva al candidato rival, forzándolo a una agenda reactiva en la que debe responder a los temas o enfoques que lograron instalarse en las redes.
¿Un ejemplo? Desde Cambiemos impulsaron el hashtag #YoVotoMM el jueves previo a las PASO, movida en la que participaron ciudadanos y militantes de manera espontánea, pero también se registró un uso intensivo de trolls y bots, según surge del análisis de comportamientos en redes. Y algo más: manos anónimas también aprovecharon para sembrar un puñado de cuentas falsas que, con una pésima traducción al español -que derivaron en frases incoherentes como «¡Satisface a Mauricio, no te relajes!»-, lograron colocar a la defensiva al oficialismo e invirtieron la tendencia.
Datos privados para segmentar
Estas agencias van más allá. También ofrecen segmentar los mensajes electorales por género, edad, ubicación, gustos, intereses, afinidades y mucho más. Y para eso resulta fundamental recurrir a las prestaciones que ofrece Facebook, por ejemplo, o a las bases de datos propias que estas consultoras desarrollaron durante años o que compraron, de manera ilegal, a empleados infieles de Anses, AFIP, Migraciones, Renaper y varios organismos públicos más.
En esa línea, Douek protagoniza un contrapunto desde hace años con referentes de Pro que lo acusan -siempre por lo bajo, claro- de haberles birlado el contenido de su base de datos. Pero Douek tampoco se queda atrás: afirma que ellos accedieron, de un modo u otro, a los datos personales de estudiantes y egresados de unas cuantas universidades privadas.
Ambas partes juegan a fondo cuando se trata de recopilar datos. Pro desarrolló aplicaciones que ofrecen servicios al mismo tiempo que toman información de sus usuarios. Y Douek montó tres páginas de internet dirigidas a quienes quieren ser fiscales -a nivel nacional-, piden el envío a domicilio de boletas electorales -en Córdoba, hasta que debió desactivarla por orden de la Justicia- o quieren denunciar falencias de luminaria y baches en sus barrios de la provincia de Buenos Aires, según corroboró LA NACION.
Estas agencias, además, ofrecen el «lavado reputacional», también conocido como «purga del currículum digital». Es decir, lograr que al buscar a su cliente en internet los resultados que aparezcan en las primeras pantallas del buscador sean positivos, relegando al fondo los datos negativos o incómodos. ¿Un ejemplo? Ricardo Echegaray contrató a Becom1 para esta tarea mientras era funcionario. Y le pagó con fondos de la AFIP.
Junto con estos servicios, las agencias ofrecen uno complementario: la batalla por el control de los foros de usuarios en los portales de noticias o en páginas de viajes -para ensalzar o defenestrar hoteles, restaurantes, entre otras opciones-, o incluso por dominar las entradas en Wikipedia, donde ciertos «voluntarios» buscan monopolizar la redacción y edición de las biografías de candidatos y funcionarios.
El pago de estos y otros servicios suele darse de la manera más sencilla, con puestos en el sector público o con fondos de la Anses o, mejor aún, de ciertos organismos descentralizados, aunque también se recurre a canales indirectos. Así, desde Cambiemos se triangulan fondos a través de empresas y agencias de publicidad, mientras que desde el Frente de Todos optan por la chequera de ciertos sindicatos.
Trolls versus trolls
Sin embargo, desde ambos equipos de campaña indicaron a LA NACION que la mayoría de los más fervientes defensores y atacantes en redes no son mercenarios que se alquilan, sino voluntarios convencidos de sus propuestas, ya sea que algunos de ellos operen desde la Fundación Pensar o el Instituto Patria o desde sus casas y con teléfonos propios. Como Luciano «Lucho» Bugallo, candidato de Juntos por el Cambio a diputado bonaerense, que desde su propio teléfono maneja una quincena de cuentas con nombres de fantasía en distintas redes sociales.
Bugallo sabe de eso. Fue uno de los referentes de la movida que impulsó por Facebook y Twitter los cacerolazos más recordados contra el kirchnerismo hasta diciembre de 2015 y fue también uno de los que operaron en las redes para alentar la movilización a la Casa Rosada del sábado pasado en apoyo del Gobierno.
Bugallo fue uno de los señalados en «Troll Center de Cambiemos. Una mirada a la industria del escrache», un informe con varias particularidades. La primera: afirma que el máximo responsable de esos trolls es el jefe de Gabinete, Marcos Peña, cuando su verdadera referencia política es Elisa Carrió. La segunda: está desactualizado. Porque otro de los señalados trabaja hoy para José Luis Espert. Y otro más, para Alberto Fernández. Y la tercera particularidad es que el autor en las sombras de ese informe sobre los «trolls de Cambiemos» fue Gastón Douek. Es decir, el responsable de manejar miles de trolls y bots, según él mismo admitió, para Massa.