Cuando el Estado está ausente y las escuelas son aguantaderos de violencias, suceden hechos como el de ayer en la escuela N° 708 de Reconquista. No son aislados, son casi moneda corriente, solo que los medios no nos hacemos eco de ello. En el centro queda una sociedad que culpabiliza a los docentes, pero no se pregunta qué está haciendo el gobierno con las políticas educativas. Claro, no hay que olvidar a los padres, que alientan las actitudes o, bien, no están.
Cuando el turno mañana finalizó su día, cerca de las 12.35 horas, se originó una pelea en la vereda entre alumnos del establecimiento. Dos varones se agredieron físicamente, intervinieron otros y hasta rompieron los vidrios de un auto.
Un profesor de la institución, Guillermo Ittig, intervino para separarlos. A uno de ellos lo llevó a la oficina del director. Sin embargo, los amigos del estudiante lastimado también mediaron y golpearon al agresor. En la revuelta se metió el padre del atacante para defenderlo y recibió golpes. Como si esto fuera poco, rompieron el vidrio trasero de un auto.
La policía controló la situación y llevó a los jóvenes lastimados al hospital de la ciudad.
En este panorama, ¿qué está haciendo el Estado? ¿Hay intervención fehaciente? Recordemos otro hecho en una escuela primaria, de abuso sexual, en el que los agresores fueron pasados al turno tarde (los ataques al nene de 12 años fueron por la mañana). También hubo un caso en Lanteri, ni hablar de las peleas cotidianas en Vera y Avellaneda.
… Y así podemos enumerar varios hechos más. Dentro de la escuela, las violencias se repiten hacia los docentes y asistentes escolares, que no pueden controlar a los alumnos porque son amenazados por los padres o por ellos mismos. Los directivos, atados de mano porque desde el ministerio les exigen que los alumnos, a pesar de sus actitudes, deben seguir en la escuela.
En todo este panorama, los establecimientos son aguantaderos de violencia, al que los padres no se acercan. ¿Cómo sostener una situación imbancable hace tiempo?