Cortázar: 36 años sin el escritor

Julio Cortazar murió en París, el 12 de Febrero de 1984.

Nacido en Bruselas, el 26 de agosto de 1914 ya que su padre era funcionario de la embajada argentina en Bélgica, Cortázar desembarcó en su tierra a los cuatro años y vivió en la localidad bonaerense de Banfield. Estudió magisterio y se recibió de profesor en Letras (1935) en la escuela Mariano Acosta. Luego dio clases en Bolí­var, Saladillo y Chivilcoy, donde se afincó entre 1939 y 1944.

En su obra aparece el humor, el juego y la búsqueda de autenticidad; también los pasajes que anudan mundos alejados en el tiempo y en el espacio para trasladar al lector a un lugar desacostumbrado, que requiere de su participación activa en la narración.

Sus relatos en los que lo fantástico aparece de golpe en la vida cotidiana y lo real emerge en sus posibles y desconocidas dimensiones, están caracterizados por un ritmo narrativo y una hechura de singular perfección. Entre ellos, resultan inolvidables «Casa tomada», «Las babas del diablo» o «El perseguidor».

Los registros y abordajes en la obra de Cortázar son múltiples como se ve en la novela «Los premios» (1960), en la que se observa esa peculiar organización cortazariana; en «Historias de cronopios y de famas» (1962), un texto inclasificable que antecede a «Rayuela» (1963), novela que rompe con los cánones de la época y conmueve el universo literario argentino.

Aquí­ aparece el célebre personaje de la Maga y el protagonista Horacio Oliveira, al igual que Cortázar, un intelectual argentino situado en Parí­s en la primera parte y en la segunda, en la Argentina. Anotaciones, recortes periodísticos, poemas, y misceláneas integran la última parte que pueden intercalarse como el lector prefiera con las otras dos.

Ese género «almanaque», mezcla de narrativa, crónica, poesía y ensayo se ve claramente en «La vuelta al día en ochenta mundos» (1967); en «62, modelo para armar» (1968), una novela anticipada en el capítulo 62 de «Rayuela», y «Ultimo round» (1969).

«Libro de Manuel» (1973), novela calificada por Cortázar como la peor pero «no fallida», es un reflejo de su compromiso político a través de diversos elementos que irrumpen en el relato en una superposición que incluye artí­culos periodí­sticos, gráficos, la historia de todos los dí­as -1969/1972- en un presente que remite a los actos represivos ocurridos durante la dictadura de (Alejandro)Lanusse.

Su costado lúdico se hace evidente en «Un tal Lucas» (1979), un texto en el que Cortázar -amante del jazz y del boxeo- realiza un viaje imaginario por su cotidianidad, en un juego que invita al lector a sumergirse caprichosamente en el libro, sin respetar el orden de sus páginas.

En 1970, Cortázar viajó a Chile para asistir a la asunción como presidente de Salvador Allende. Más tarde escribirí­a «Dossier Chile: el libro negro, sobre los excesos del régimen del general Pinochet». Después de su muerte aparece «Nicaragua, tan violentamente dulce» (1984), un entrañable testimonio de la lucha sandinista contra Somoza.

En 1938 publicó, bajo el seudónimo de Julio Denis, el libro de poemas «Presencia» y en 1949 con su propio nombre apareció el poema dramático «Los reyes»

Su estadí­a en Mendoza desde julio del 44 a diciembre del 45, puso de manifiesto su rol de profesor universitario, en los claustros que comenzaban a agitarse, al tiempo que Perón despuntaba en el horizonte político.

Sus privilegiados alumnos de la Universidad de Cuyo participarán con entusiasmo de sus clases, en las que sobrevolaban el surrealismo y figuras como el conde de Lautrémomt -traducido por Cortázar-, Rimbaud, Baudelaire, Rilke o John Keats.

También de su paso por la provincia quedan vestigios de parte de su obra como los cuentos de «La otra orilla», algunos de los cuales integraron la primera versión de «Bestiario», publicado en 1951, el mismo año en que el escritor partió como traductor con una beca de la Unesco a Parí­s, para quedarse allí en forma definitiva.

En 1953 se casó con Aurora Bernárdez, con la que mantuvo a través del tiempo una estrecha relación y es la actual heredera de su obra. Su segunda pareja fue la lituana Ugné Karvelis y su última compañera, la escritora estadounidense Carol Dunlop, el gran amor del escritor.

Con ella realizó numerosos viajes a Nicaragua y el trayecto en auto que emprendieron durante 33 días por la autopista París-Marsella concluyó con el libro «Los autonautas de la cosmopista» (1982).

Francois Mitterrand le otorgó a Cortázar la nacionalidad francesa, tres años antes de su fallecimiento, el 12 de febrero de 1984.

El año anterior el escritor volvió a la Argentina, donde paseó su alargada figura por las calles de Buenos Aires, con la sorpresa pintada en su rostro -todavía con un dejo infantil-, frente al recibimiento y los aplausos de la gente, aunque las autoridades nacionales no acusaron recibo de su visita.

Hoy Lo recordamos con citas y fragmentos de sus libros que son solo una muestra de su genialidad:

“Después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás”.

“Probablemente de todos nuestro sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”.

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja”.

“Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación de] amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero”.

“Así habían empezado a andar por un París fabuloso, dejándose llevar por los signos de la noche, acatando itinerarios nacidos de una frase de clochard, de una bohardilla iluminada en el fondo de una calle negra, deteniéndose en las placitas confidenciales para besarse en los bancos o mirar las rayuelas, los ritos infantiles del guijarro y el salto sobre un pie para entrar en el Cielo”.