De la tranquilidad de Reconquista a organizar los conciertos de las grandes estrellas. La historia de un reconquistense en el mundo

Ernesto, un hijo de Reconquista está detrás de los shows de música de las estrellas más rutilantes del mundo, de la talla de Luis Miguel, Karol G, Gwen Stefani, Pitbull, Whitesnake, Motley Crue, Sting, Tina Turner, The Cult, Guns and Roses, Ricky Martin, Marc Anthony y la lista sigue.

Vive en La Vegas y tiene su propia compañía de producción de shows musicales, pero sus raíces y su pasado son reconquistenses. Todavía recuerda cuando descubrió lo que quería para su futuro en un episodio de calle Rivadavia.

Cuando ví la consola de radio en Incupo quise tocar todos esos botones. Pensé ‘Yo quiero algun dia operar esa consola’. Con el tiempo lo logré en conciertos en vivo. Eso marcó lo que quería hacer.

 

Ernesto Corti extraña haber crecido en Reconquista, porque fue una época muy linda de su vida según él mismo lo cuenta. Hijo de quien fuera locutor de radio de la ciudad y conductor del Festival del NEA, Julio Héctor Corti y Graciela Sivadon.

Vivió hasta los 11 años en Reconquista, estudió en la escuela 6044 y conserva intactos los recuerdos y algunas amistades de esos años. El tiempo se pasaba entre ir a la escuela, jugar al fútbol o ir al Tiro Federal. Evidentemente se trata de la Reconquista simple de los años 60′ y 70′, tal vez más parecida a un pueblo que a la gran urbe que es hoy.  «En esa época no había tecnología entonces había que tener amigos en serio. Mi padre era amigo de todo el pueblo, con lo cual nosotros también éramos amigos de todo el pueblo».

A los 11 años dejó Reconquista y se trasladó a Córdoba con su madre. La curiosidad por los recitales y la dificultad para pagar las entradas llevaron a Ernesto y sus amigos adolescentes a idear una estrategia tan sencilla como efectiva, sin saber que le estaban dando forma a su futuro ya desde ese momento: «descubrimos que la única forma de ver los recitales era llegar a la mañana temprano al lugar del show y ayudar a los artistas a montar los espectáculos. Así fuimos aprendiendo».

Después trabajó con una banda cordobesa llamada «Los músicos del centro», encargándose tanto de las luces, el sonido o el armado de los instrumentos. «Hacíamos lo que había que hacer», concluye.

«El primero que me dió una gran chance fue Juan Carlos Baglietto. Después trabajé con Spinetta, Charly García y todos los del rock nacional»

Con esa experiencia pero ya en Buenos Aires, Ernesto comenzó a girar por el país y trabajó con los más grandes artistas. «Juan Carlos Baglietto fue el primero que me dió una gran chance. Trabajé en su compañía de luces». Luego vinieron Spinetta, Charly García, Fito Páez y todos los rockeros de la década del 80.

 

Cuba, México y los grandes artistas internacionales

A fines de los 80′ una gira de Baglietto y Fito Páez llevó a Ernesto a un festival de música en Cuba. Desde allí conectó con Tania Libertad, una artista peruana radicada en México que lo llevó a trabajar en ese país en 1988. Comenzaba un nuevo capítulo de su vida laboral siempre en el ámbito de los grandes shows y artistas de renombre internacional.

Luego de tres años en México y de trabajar para figuras del rock en español como Caifanes, Maldita Vecindad, Maná o Fobia, pasó a Los Ángeles donde siguió su camino acompañando a estrellas como José José, Luis Miguel o Tina Turner, además de las grandes bandas de rock como Motley Crue y Guns and Roses.

Ya en Estados Unidos formó su familia y allí se quedó. Vivió veintisiete años en Los Ángeles y desde hace siete está radicado en Las Vegas. En la actualidad es parte de la compañía Live Nation que organiza las giras y eventos de los máximos exponentes de la música internacional. Estuvo en Argentina y Chile días atrás con el Luis Miguel Tour 2023.

«Mi trabajo es supervisar toda la producción de show. Tengo que asegurarme de que esté todo bien con las luces, el sonido, el video, los tickets, la seguridad… todos los detalles», sintetiza Ernesto.

 

Las enseñanzas de un camino recorrido

Hace ya 46 años que Ernesto dejó la pequeña Reconquista donde una vez quiso «tocar todos los botones» de la consola. Pero sigue concretando a diario ese anhelo. «Que no te asuste la escalera, solo pon todo el empeño en el primer escalón», dice recordando una frase que leyó. Y deja un mensaje muy claro: «Nunca desistir. Si uno se propone algo, lo consigue aunque cueste toda la vida».

 

El mundo está lleno de pequeños Ernesto que tienen su propia consola de Incupo y que desean recitales que no pueden pagar. Que esta historia sirva de inspiración a cada joven de Reconquista (y el mundo) para luchar por su sueño.